Cultivar la mentira, ocultar la verdad
 
   
 
Eduardo Lacasta Zabalza

Profesor Titular de Universidad. UPNA


  


Era la mañana del 14 de marzo de 2004. “¡Se creen que somos idiotas!” –le oí decir a un vecino enfermo y mayor al que suelo ver en un balcón de un tercer piso y nunca en la calle. Se lo decía a una viuda vivaz de más de ochenta años. La indignación por las mentiras de Acebes y compañía les sacó de sus casas y les impulsó a votar. 


La mentira, para que sea propaganda eficaz, para que crezca lozana y frondosa, necesita cuidados: repetirla e insultar y descalificar al que la denuncie. Hay que valer. 


En la España de Franco, aquél que sostuviese que Guernica fue bombardeada desde el aire por la “Legión Cóndor” de los nazis, con apoyo de la aviación fascista italiana, se arriesgaba primero a una paliza en los calabozos de la Brigada Político-Social y después a pena de cárcel. Había que decir que la incendiaron los “rojoseparatistas”. 


Con la muerte de Franco y la libertad de expresión pareció que esa calumnia desaparecería, arrollada por la publicación de todo tipo de testimonios y pruebas. Nada más lejos de la realidad. Por ahí anda, jaleado por las radios episcopales y prensa afín al PP, un antiguo terrorista del GRAPO, un tal Pío Moa, volviendo a difundir las patrañas franquistas de la Guerra Civil. Por supuesto, sin aportar prueba alguna, para repugnancia de historiadores de todas las ideologías. 


La mentira suele ser más atractiva que la verdad, porque es también una puerta abierta a la imaginación. El atentado del 11 de marzo de 2004, con casi 200 muertos, fue para el PP y Del Burgo una fantasiosa conspiración de etarras, islamistas, servicios secretos marroquíes y españoles y PSOE –autores que según Aznar no hay que buscar “en desiertos lejanos o montañas remotas”. 


En las imágenes del juicio del 11 M que se celebra estos días, se ve a menudo el rostro doliente de Pilar Manjón, que perdió a su hijo, aguantando cómo los abogados afines al PP persisten en buscar la inexistente participación de ETA y posibles contradicciones de la investigación policial. Así exculpan objetivamente a los acusados, hacia quienes apuntan pruebas abrumadoras. Sin vergüenza. Para quien hace del antiterrorismo su única razón política y su profesión, las víctimas acaban importándole un bledo. Para Miguel Sanz, hay que votar UPN para “hacer descarrilar el proceso de paz”. 


El mismo 11 de marzo de 2004, el Gobierno mintió desde la mañana. No fueron los únicos. En “El País Semanal” del 18 de abril de 2004, Javier Cercas escribió cómo aparecieron en el diario “El País” “algunos artículos de un salvajismo sólo comparable a las arengas fraticidas de Jiménez Losantos, firmados por algunos de nuestros más influyentes intelectuales…” –Fernando Savater y Antonio Muñoz Molina entre ellos–. “…lo de menos es que en ellos se imputase el atentado a ETA: lo espeluznante es que, con una furia incendiaria, allí se acusaba de complicidad en la muerte de 200 personas, no ya a ETA ni a Batasuna y sus cómplices, sino a todo aquél que –incluso desde posiciones antinacionalistas– hubiera osado discrepar de la visión de España de Aznar; es decir: a más de la mitad de España.” A escala navarra, hay un imitador de Savater que actúa como esperpéntico agente con licencia para calumniar, insidiar e insultar, sin derecho a réplica, en el diario de la derecha. ¿La verdad? No les interesa. 


¿Qué hacer cuando la mentira explota? Reconocerlo nunca; como Miguel Sanz, que ha difundido cuanto le han dicho Aznar y Rajoy. O como Del Burgo, que después de escribir en un libro que “la colaboración etarra es un hecho probado", sentencia: "no he hablado jamás de conspiración, ni de que ETA estaba en el atentado". Con un par.


¿Qué dirán Del Burgo y Sanz cuando se demuestre que la única venta de Navarra es la que protagonizan personas muy próximas a UPN en pelotazos y recalificaciones? Callar y, mientras tanto, calumniar a Zapatero en nombre de todos los navarros, en una manifestación que todavía no sabemos cuánto nos costó a todos. 


¿Qué hacen ahora los tertulianos de la COPE episcopal y medios de la derecha? Presentar a Uxue Barkos como cabeza de una lista «de etarras sangrientos» en las filas de ANV. Es mentira ¿Y qué? Yolanda Barcina asegura que Uxue quitará la bandera de Navarra del Ayuntamiento. Calumnia, que algo queda. 


Las explicaciones barcínicas son a menudo ejemplo de desfachatez. El primer "carril-bici" de Pamplona es –¡oh! casualidad– el que lleva a la Universidad privada... Pero dice Barcina que es "por el camino de Santiago"; el que entra en Pamplona desde Burlada, sin un mísero arcén en algunos tramos, por el que se llega a un decrépito Casco Viejo. Talan más de treinta árboles de buen porte de la Vuelta del Castillo para el "Camino".. .–"Estaban enfermos". Todos. De repente. ¿Qué le han hecho los árboles y la hierba a Doña Yolanda? ¿Cuántos árboles más querrá talar? Se habla de 50 en fecha muy próxima y por sorpresa. ¿Qué extensión de hierba mandará destrozar para situar las barracas en los glacis de la Vuelta del Castillo? ¿Cuántos miles de metros de cemento y losa piensa añadir al suelo de Pamplona, eliminando arbolado y hierba? 


No cabe duda de que el asesinato del concejal Tomás Caballero es un hito que hay que recordar para que cese el cainismo de ETA, y de todos los que entienden que  el tiro en la nuca del discrepante es un tipo de “acción social”. Pero la memoria barcínica es selectiva. En una “Efemérides del Ayuntamiento de Pamplona” expuesta en dependencias municipales, para Yolanda Barcina nunca existió el alcalde de Pamplona Mariano Ansó, después ministro de la República, ni los siete u ocho concejales del Ayuntamiento de Pamplona asesinados en 1936 por no pensar como “los nacionales”. 


Está demostrado que sólo una minoría de votantes de UPN o PP (los más incultos o los más fanáticos) se cree todas esas mentiras. Los más las ven como el mal menor para salvar España, “la Navarra de siempre”, la Familia, etc. contra “los vascos”, los inmigrantes, los homosexuales, los laicos… Contra sus fantasmas; contra el Otro. 


Sólo si se vuelve a encender la reacción cívica vigorosa del 14 de marzo de 2004 se dará el paso crucial para Navarra y Pamplona: demostrar que la mentira tiene un precio, que ya está bien de asustar, de ocultar la verdad, de ordenar el territorio al dictado de promotores inmobiliarios y acaparadores de vivienda, de intentar suprimir la lengua vasca... Sobre todo entre nuestros mayores, muchos se han dado cuenta de que quien levanta falso testimonio y miente, por mucho que brame contra el matrimonio de homosexuales, por mucho que pretenda tener hilo directo con San Fermín y San Francisco Xabier, no defiende los valores en los que ellos han crecido y que conservarán siempre.